• Enseñar aprendiendo

    ¿Se deberían eliminar los cuentos clásicos de colegios y bibliotecas?

    En los últimos días las noticias acerca de la eliminación de un gran número de cuentos infantiles de la biblioteca de un colegio en Barcelona se ha hecho casi viral. Al menos así lo hemos sentido los que nos fijamos en noticias como esta, que afectan a los más pequeños de la casa. Y la polémica está servida. ¿Se deberían eliminar los cuentos clásicos de colegios y bibliotecas?

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    De qué hablamos cuando hablamos de literatura infantil.

    Los adultos tenemos una idea de la literatura que no se corresponde en absoluto con una realidad mucho más rica y compleja de la que suponemos. El hecho de que la vida adulta suela centrar, por diversos motivos, la literatura que consumimos en formatos poco variados nos ha hecho olvidarnos de lo cuantiosa que es. La literatura infantil en concreto es un campo fascinante y tremendamente determinante en la educación de los niños. ¿Literatura infantil? Pero si los niños pequeños no saben leer. De 0 a 3 años hablar de literatura no tiene sentido ¿O sí? Claro que sí. Sólo tenemos que ampliar nuestra visión de lo que es literatura.

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    Recomendación literaria: Cuentos en verso para niños perversos, de Roald Dahl.

    Hay autores con los que uno crece y aprende, autores que hablan a los niños de tú a tú, con respeto. Roald Dahl hizo de su literatura un universo de sucesos fascinantes que narró sin ninguna clase de condescendencia. Resulta difícil pensar en nada siquiera parecido hoy día. Probablemente porque al propio Dahl le sería imposible publicar en la actualidad libros como los que escribió, historias que leídas en la edad adulta sorprenden por su excelencia. Por suerte para nosotros, gracias al prestigio que acompaña al autor y al paso del tiempo (que parece que todo lo diluye o disimula), podemos disfrutarlas. 

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    Recomendación literaria: Yo voy conmigo, de Raquel Díaz Reguera.

    Habiendo hablado ya anteriormente acerca de la importancia del universo literario, ha llegado el momento de meternos en harina (o en tinta) y centrarnos en recomendaciones concretas. Y para ello tenemos hoy Yo voy conmigo, de Raquel Díaz Reguera, editado por Thule.

    Raquel es una escritora e ilustradora prolífica con varias obras a sus espaldas, algunas de las cuales tan conocidas como ¿Hay algo más aburrido que ser una princesa rosa? Lo que más me llama la atención del listado actual de obras de Raquel es que parece haber hecho del tema de la igualdad y el género su insignia mas representativa. Entre los títulos más destacados en los que esta temática forma parte principal del libro podemos encontrar además del ya citado: Cenicienta. La verdadera historia contada por ella, Me llamo Pecas, Las niñas serán lo que quieran ser, Cuando las niñas vuelan alto, ¿Qué le pasa a Uma?, y el que nos hoy nos ocupa, Yo voy conmigo.

    Yo voy conmigo es una historia que tiene como protagonista a una niña, cuyo nombre desconocemos, que posee una personalidad muy especial. Ella es única (como lo somos todos en origen, parece querer decirnos Raquel), y allá donde va lleva consigo sus especiales atributos. Tiene pájaros en la cabeza y alas, usa gafas, su característico peinado son unas divertidas coletas y siempre lleva consigo un sombrero del que sale música procedente de una antiguo gramófono y hasta un corazón gigante que la acompaña a todas partes.

    Parece divertido, ¿verdad? Pero todo cambia cuando Martín entra en escena. Y es que a nuestra protagonista le gusta Martín y hará todo lo que esté en su mano para llamar su atención. Siguiendo el consejo de algunas de sus amigas, comienza a desprenderse de todo aquello que la hace ser ella misma. Se quita las gafas y las coletas, pero Martín sigue sin fijarse en ella. Pierde sus alas y los pájaros de su cabeza comienzan a marcharse, pero Martín no parece haberse percatado si quiera de su existencia. Y así, poco a poco va perdiendo cada cosa que la hace especial, hasta que finalmente Martín se fija en ella. El problema es que entonces es ella la que no se gusta, la que no se reconoce en esa versión falsa de sí misma.

    Por suerte nuestra protagonista se da cuenta de que gustar a Martín no le interesa si, primero no se quiere y respeta ella misma. Así comienza a recuperar sus alas, los pájaros de su cabeza y cada una de las cosas que la conforman como persona.

    Yo voy conmigo es una historia tan bonita que emociona cada vez que hablas de ella, cada vez que la compartes con un amigo o, más aún, cada vez que la lees con un niño o se la cuentas. Es una historia que habla del amor propio, de la autoestima, de valorarnos, querernos y apreciarnos a nosotros mismos.

    El texto es breve y exacto en la transmisión del mensaje, y el característico estilo ilustrativo de Raquel hace que empaticemos con la protagonista de la historia nada más verla. Todo esto la convierte una obra perfecta para compartir con los más pequeños, que no tardarán en enamorarse de esta preciosa historia.

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    Literatura infantil. Dímelo leyendo.

    La importancia, en su presente y más aún en su futuro, que tiene la literatura que consumen los niños a lo largo de sus primeros años de vida es de una envergadura tal, que no sé si alguna vez los adultos llegamos a percibirla en su totalidad.

    Nosotros, que ya pasamos hace tiempo por el asombroso camino que es la primera infancia, miramos desde la siempre olvidadiza distancia esa edad en la que todo era nuevo y todo se absorbía con ansiedad. Y dejamos a veces en manos de otros (editoriales, campañas publicitarias, escaparates) la tarea de decidir qué leen nuestros hijos, o sobrinos, o alumnos.

    Cuánto leen los niños, o les leemos, cómo se hace, así como la calidad y contenido de lo que consumen, repercute directamente en su desarrollo. Los primeros años de vida se caracterizan por ser un período en el que se produce un avance muy intenso en todos los aspectos evolutivos y se establecen las bases para un desarrollo cognitivo y emocional. Podemos afirmar que lo que ocurre en este período de la vida de un niño tendrá una gran repercusión en su futuro. El problema, como casi siempre en educación infantil, es que gran parte de los resultados no se verán hasta años después y, cuando eso ocurre, establecer relaciones directas con algo tan concreto como contar cuentos o leer historias a un niño no resulta sencillo.

    Pero para el niño la literatura no se presenta como un conjunto de contenidos que aprender, sino como una serie de vivencias y experiencias con las que entrar en contacto. Es todo un universo que, como el real, está por descubrir. Así, la literatura le servirá como referencia y ejemplo de comportamientos y acciones, como método de comprensión del mundo. Le servirá también para crear y potenciar ideas; desarrollará su imaginación y formará conexiones en su mente que de otro modo serían difíciles de crear. Y en última instancia, en los momentos difíciles, podrá ser un lugar de refugio y una vía de escape.

    Así que, aunque no podamos ver de inmediato para qué sirve esto de la literatura en la primera infancia, ¿no merece la pena acercar a los niños a algo así? Es más, ¿no merece la pena que nosotros también nos acerquemos?

    Existe una idea en nuestra sociedad que parece determinar que la literatura infantil sólo es para niños. Y no es así o, al menos, no debería serlo. La literatura infantil es aquella que es accesible a los niños, cuyos parámetros de escritura, su lenguaje, su composición, su trama y tantas otras características, están pensados y estructurados de un modo en el que al niño le sea posible acceder. Pero esto no implica ni peor trabajo ni menor esfuerzo creativo ni, por supuesto, peor calidad. Más bien al contrario, los niños son un público perspicaz, intuitivo y exigente que demanda buena literatura y que no se conforma con cualquier cosa. No hay más que leer varias obras a un niño (o dejar que las lea si ya puede hacerlo) para comprobar que pronto surgirán diferentes gustos y preferencias en sus elecciones.

    En un momento en el que el mercado editorial infantil está tan saturado de contenidos, es de especial importancia elegir bien. Para ello, la única forma es informarnos y leer, leer lo que leen los niños. Fijarnos en criterios que consideremos de confianza puede ser una opción, pero lo mejor será, además, leer nosotros mismos lo que después vayan a leer los niños. Dejar que esa inocencia y capacidad de sorpresa que caracteriza sus vidas en ese momento nos invada y ver qué es lo que queremos ofrecerles. Después, nuestro trabajo es mostrar y ofrecer, nunca obligar. Pero esa ya es otra historia y la trataremos en su momento.