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¿Verano y vacaciones con niños?
Las vacaciones escolares son uno de los momentos más temidos por muchas familias. Es comprensible; los niños tienen más de dos meses de vacaciones y los padres sólo un mes repartido a lo largo de todo el año.
Con esta situación, la perspectiva de unos meses por delante en los que los niños no tengan colegio puede ser realmente estresante. Porque el ritmo de vida de los adultos no entiende de necesidades infantiles. Porque el jefe y el trabajo pendiente no piensan en tardes de piscina ni excursiones al campo. Porque los estrictos horarios del día a día no comprenden que tu hijo se pare a mirar cada piedra que se encuentra en el suelo.
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Los miro y ahora, veo.
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El juego simbólico. Juguemos a ser humanos.
El juego simbólico es una de las actividades preferidas de los niños. Dicho de modo un tanto simplista, consiste en fingir que durante su transcurso una situación no real, lo es. Así los niños imaginan ser personas que realmente no son, encontrarse en situaciones en las que no están, o vivir en lugares que sólo existen en sus sueños.
Se inicia alrededor de los dos años y suele tener una importancia muy alta hasta aproximadamente el fin de la etapa educativa infantil, cuando se comienzan a priorizar juegos con reglas específicas.
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Recomendación literaria: Papá, por favor, consígueme la luna, de Eric Carle.
¿Qué no haría un padre por su hija? Esto es lo que nos preguntamos tras la lectura de la recomendación literaria de hoy: Papá, por favor, consígueme la luna, de Eric Carle y editado por Kókinos.
Y es que de amor paternal y relaciones paterno filiales trata el álbum. Eric Carle nos cuenta la historia de una niña que, viendo cada noche la luna y deseosa de jugar con ella, le pide a su padre que se la consiga. Su padre, claro, hace todo lo que puede por ayudar a su hija e ingenia un sistema con una larga escalera para poder alcanzar la luna.
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Recomendación literaria: Colores de Hervé Tullet, editado por Kókinos.
A los niños les encanta experimentar con los libros. En realidad, les gusta la interacción en general: tocar, saborear, coger… Es lo propio de una etapa, la primera infancia, en la que todo es nuevo y tienen que aprender cómo funciona el mundo.
Podemos empezar a leer a un niño desde el mismo momento en que nace (o incluso antes), pero tenemos que tener en cuenta que su respuesta no será, no puede serlo, la de mirarnos calladito escuchando durante quince o veinte minutos lo que les contamos. Su capacidad de atención, de comprensión y su interés irán variando y evolucionando con el paso del tiempo. Por eso, cuanto más pequeños son, más probable es que se distraigan y que utilicen el cuento como objeto de experimentación.