Educadora Infantil, experta en Mediación Familiar y creadora de https://besosmocosos.com. Escribo sobre pañales y chupetes ❤

  • Enseñar aprendiendo

    ¿Y si le regalamos una caja de cartón? O el porqué de no regalar juguetes que hacen muchas cosas.

    Cuando vamos a comprar un juguete a un niño todos queremos que le guste y juegue con él, queremos ver su cara de ilusión al abrir el regalo. Por eso hay veces en las que es complicado decidirnos por el mejor juguete en lugar de por el más llamativo. 

    Las principales marcas de juguetes, en estas fechas navideñas de forma masiva, nos bombardean con anuncios de muñecos que más parecen prototipos de inteligencia artificial que productos creados para el disfrute de los niños. Y claro, todos tendemos a fijarnos en el juguete que hace más cosas: ese que anda, habla, llora, da volteretas en el aire y baila los pajaritos. Pero, ¿son esos los mejores juguetes para los niños? Lamentablemente no. 

  • Enseñar aprendiendo

    Niños: personas.

    La etapa infantil es un período de la vida maravilloso, en el que todo es nuevo y sorprendente, en el que todo nos ilusiona e impresiona. Pero también es una época que se olvida con facilidad conforme vamos creciendo. Aunque todos conservamos recuerdos de nuestros primeros años de vida, éstos parecen ser más un recuerdo genérico, una sensación, que una verdadera apreciación de su significado e importancia.

    Tal vez por esto, en cuanto nos hacemos mayores parecemos tener la percepción de que los niños son una especie de pre-personitas que solo son valiosas en cuanto a lo que serán en el futuro. Qué listo vas a ser, este niño se va a convertir en futbolista, esta niña va para bailarina (sí, los estereotipos siguen ahí, desgraciadamente), son algunas de las expresiones que utilizamos comúnmente para referirnos a lo que los niños serán; olvidándonos en demasiadas ocasiones de lo que son.

    Los niños no son nada en potencia. Los niños son personas completas y como tales se desarrollarán, cambiarán y evolucionarán con los años sin que eso desmerezca lo que son ahora, en este instante. La diferencia entre un niño y un adulto es el tiempo que ha permanecido en el mundo y la visión que, por tanto, tiene de él. Los niños simplemente tienen una percepción distinta de ese nuevo universo en el que acaban de caer sin saber cómo ni por qué. Y esa novedad, esa (breve) falta de influencia de los demás, de lo externo, hace que lo miren con fascinación.

    Pensar en el futuro es algo innato al ser humano, a nuestra concepción lineal del tiempo. Por ello, que hagamos planes para la vida de esos diminutos seres a los que queremos tanto es algo natural. La parte negativa es que nosotros, conocedores ya de la parte dolorosa, dejamos de mirar con asombro lo asombroso, de admirarnos con lo rutinario del día a día. Quizá, y sólo quizá, porque los adultos nos volvemos más descreídos y cínicos de lo que queremos admitir, tenemos que recordar que hay mucho de lo que aprender en la concepción del mundo de un niño.

    Así que sí, los niños son el futuro pero también son el presente. Y en el presente tienen derechos, al igual que los adultos. Los adultos hemos acomodado el mundo a nuestras necesidades y luego queremos que los niños se adapten a él: a nuestros horarios, a nuestro trabajo, a nuestras horas de sueño y comidas, a nuestra vida social… Y sí, la vida adulta con sus responsabilidades y compromisos es complicada, a veces frustrantemente complicada y a veces innecesariamente complicada. Los niños nacen bajo las expectativas de todo lo que van a ser, crecen bajo el yugo de todo lo que el otro es y ellos no, para vivir luego bajo la decepción de todo aquello en lo que no han logrado convertirse.

    Es cierto que no somos magos, no tenemos poderes mágicos, aunque a veces lo parezca por todas las cosas que hacemos en el día a día. Ni educadores, ni padres, ni amigos, podemos obviar las obligaciones y vicisitudes de la rutina diaria y dedicar todo el tiempo que quisiéramos a cada uno de los niños que están en nuestras vidas de una u otra forma. Pero podemos tomar consciencia de la importancia que tienen las pequeñas cosas en sus vidas y tomar eso como algo positivo que imitar de vez en cuando, en lugar de tratar de cambiarlo.

  • Dímelo leyendo

    Recomendación literaria: Yo voy conmigo, de Raquel Díaz Reguera.

    Habiendo hablado ya anteriormente acerca de la importancia del universo literario, ha llegado el momento de meternos en harina (o en tinta) y centrarnos en recomendaciones concretas. Y para ello tenemos hoy Yo voy conmigo, de Raquel Díaz Reguera, editado por Thule.

    Raquel es una escritora e ilustradora prolífica con varias obras a sus espaldas, algunas de las cuales tan conocidas como ¿Hay algo más aburrido que ser una princesa rosa? Lo que más me llama la atención del listado actual de obras de Raquel es que parece haber hecho del tema de la igualdad y el género su insignia mas representativa. Entre los títulos más destacados en los que esta temática forma parte principal del libro podemos encontrar además del ya citado: Cenicienta. La verdadera historia contada por ella, Me llamo Pecas, Las niñas serán lo que quieran ser, Cuando las niñas vuelan alto, ¿Qué le pasa a Uma?, y el que nos hoy nos ocupa, Yo voy conmigo.

    Yo voy conmigo es una historia que tiene como protagonista a una niña, cuyo nombre desconocemos, que posee una personalidad muy especial. Ella es única (como lo somos todos en origen, parece querer decirnos Raquel), y allá donde va lleva consigo sus especiales atributos. Tiene pájaros en la cabeza y alas, usa gafas, su característico peinado son unas divertidas coletas y siempre lleva consigo un sombrero del que sale música procedente de una antiguo gramófono y hasta un corazón gigante que la acompaña a todas partes.

    Parece divertido, ¿verdad? Pero todo cambia cuando Martín entra en escena. Y es que a nuestra protagonista le gusta Martín y hará todo lo que esté en su mano para llamar su atención. Siguiendo el consejo de algunas de sus amigas, comienza a desprenderse de todo aquello que la hace ser ella misma. Se quita las gafas y las coletas, pero Martín sigue sin fijarse en ella. Pierde sus alas y los pájaros de su cabeza comienzan a marcharse, pero Martín no parece haberse percatado si quiera de su existencia. Y así, poco a poco va perdiendo cada cosa que la hace especial, hasta que finalmente Martín se fija en ella. El problema es que entonces es ella la que no se gusta, la que no se reconoce en esa versión falsa de sí misma.

    Por suerte nuestra protagonista se da cuenta de que gustar a Martín no le interesa si, primero no se quiere y respeta ella misma. Así comienza a recuperar sus alas, los pájaros de su cabeza y cada una de las cosas que la conforman como persona.

    Yo voy conmigo es una historia tan bonita que emociona cada vez que hablas de ella, cada vez que la compartes con un amigo o, más aún, cada vez que la lees con un niño o se la cuentas. Es una historia que habla del amor propio, de la autoestima, de valorarnos, querernos y apreciarnos a nosotros mismos.

    El texto es breve y exacto en la transmisión del mensaje, y el característico estilo ilustrativo de Raquel hace que empaticemos con la protagonista de la historia nada más verla. Todo esto la convierte una obra perfecta para compartir con los más pequeños, que no tardarán en enamorarse de esta preciosa historia.

  • Enseñar aprendiendo

    ¿Con papá o con mamá? Un acercamiento a la mediación familiar.

    Divorcios, separaciones, disoluciones de regímenes económicos matrimoniales, adopción de medidas paterno-filiales… Las formas que toman las medidas jurídicas a adoptar cuando la ruptura de una pareja tiene lugar son diversas. Lo que siempre acontece, en cualquiera de los casos, es el desgaste emocional derivado de pasar por un proceso ya agotador de por si, en el que se desmenuzan los pormenores de tu vida sentimental traduciéndolos en términos de cifras de toda clase. Por todo ello vamos a realizar hoy una pequeña introducción a la mediación familiar.

    ¿Qué es eso de la mediación familiar? La mediación es un método de gestión pacífica de conflictos basado en la colaboración de las partes. Así, en el ámbito familiar al que nos referimos, sería un proceso mediante el cual, al igual que en un procedimiento judicial, se van a debatir los términos de la separación, o divorcio, o cualesquiera situaciones que hayan dado lugar a la necesidad de la mediación. Sin embargo, hay muchas diferencias que hacen de la mediación un proceso muy ventajoso.

    En primer lugar, las partes son aquí las protagonistas y por tanto ellas deciden. Ningún tercero va a imponer una solución cuando se está siguiendo una mediación, sino que predomina la comunicación y el respeto. Con ello se evitan muchos problemas que tienen lugar tras las sentencias judiciales, donde una de las partes se siente habitualmente la perdedora del proceso. Nada mejor para respetar un acuerdo que haberlo decidido tú mismo.

    La mediación es además un proceso más rápido y económico. Al ser las partes quienes, junto al mediador, tienen la gestión del proceso, no hay señalamientos ni plazos para recursos o vistas. Por norma general, se suelen realizar sesiones semanales y a medida que se avanza se llega a acuerdos parciales. El mediador es un profesional titulado cuyo papel principal es el de facilitar la comunicación entre las partes y con ello la toma de decisiones basadas en acuerdos. A través de diferentes técnicas, trabajando la empatía y la escucha activa ayuda a que la mediación se desarrolle.

    Finalmente la mediación es completamente voluntaria. Este es el pilar fundamental de la misma. Es voluntario iniciarla, así como continuarla y finalizarla. Y todo el proceso está protegido por la confidencialidad, tanto del mediador como de las partes, que no pueden revelar ni aprovecharse de lo tratado en ninguna de las sesiones. Sólo así se consigue que exista confianza en el proceso y que tenga éxito.

    En los años que he trabajado como mediadora he aprendido que incluso los conflictos más arduos tienen la posibilidad de solucionarse de forma pacífica. Cuando los niños forman parte del conflicto, porque están en medio del mismo, hay que plantearse muy seriamente si lo que nos importa es llevar la razón, hacer daño al otro o llegar a un acuerdo y solucionar el conflicto de la forma menos costosa posible. Incluso cuando no se llega a acuerdos totales la mediación ayuda a suavizar el conflicto y prepara a las partes a gestionar sus problemas de forma comunicativa, devolviéndoles el control sobre todo lo que se decida en sus vidas.

    Porque seamos sinceros; ser adulto no nos da, desgraciadamente, la sabiduría infinita de la que nuestros padres parecían estar imbuidos cuando éramos niños. No somos más que personas que han llegado a cierta edad y que sin saber muy bien cómo nos encontramos con que tenemos que comportarnos como si supiéramos qué hacer cuando, en muchas ocasiones, nos sentimos como si no supiéramos nada. Cuando algo tremendamente duro y doloroso, como sin duda lo es siempre una ruptura familiar, sucede, sentirnos perdidos y enfadados es lo normal. Pero no podemos olvidar que los niños son plenamente inocentes y ajenos al problema y que, después de todo, somos nosotros quienes hemos decidido que vengan a este mundo. Actuar teniendo como referente su bienestar debería ser siempre el modo de actuar.

  • Dímelo leyendo

    Literatura infantil. Dímelo leyendo.

    La importancia, en su presente y más aún en su futuro, que tiene la literatura que consumen los niños a lo largo de sus primeros años de vida es de una envergadura tal, que no sé si alguna vez los adultos llegamos a percibirla en su totalidad.

    Nosotros, que ya pasamos hace tiempo por el asombroso camino que es la primera infancia, miramos desde la siempre olvidadiza distancia esa edad en la que todo era nuevo y todo se absorbía con ansiedad. Y dejamos a veces en manos de otros (editoriales, campañas publicitarias, escaparates) la tarea de decidir qué leen nuestros hijos, o sobrinos, o alumnos.

    Cuánto leen los niños, o les leemos, cómo se hace, así como la calidad y contenido de lo que consumen, repercute directamente en su desarrollo. Los primeros años de vida se caracterizan por ser un período en el que se produce un avance muy intenso en todos los aspectos evolutivos y se establecen las bases para un desarrollo cognitivo y emocional. Podemos afirmar que lo que ocurre en este período de la vida de un niño tendrá una gran repercusión en su futuro. El problema, como casi siempre en educación infantil, es que gran parte de los resultados no se verán hasta años después y, cuando eso ocurre, establecer relaciones directas con algo tan concreto como contar cuentos o leer historias a un niño no resulta sencillo.

    Pero para el niño la literatura no se presenta como un conjunto de contenidos que aprender, sino como una serie de vivencias y experiencias con las que entrar en contacto. Es todo un universo que, como el real, está por descubrir. Así, la literatura le servirá como referencia y ejemplo de comportamientos y acciones, como método de comprensión del mundo. Le servirá también para crear y potenciar ideas; desarrollará su imaginación y formará conexiones en su mente que de otro modo serían difíciles de crear. Y en última instancia, en los momentos difíciles, podrá ser un lugar de refugio y una vía de escape.

    Así que, aunque no podamos ver de inmediato para qué sirve esto de la literatura en la primera infancia, ¿no merece la pena acercar a los niños a algo así? Es más, ¿no merece la pena que nosotros también nos acerquemos?

    Existe una idea en nuestra sociedad que parece determinar que la literatura infantil sólo es para niños. Y no es así o, al menos, no debería serlo. La literatura infantil es aquella que es accesible a los niños, cuyos parámetros de escritura, su lenguaje, su composición, su trama y tantas otras características, están pensados y estructurados de un modo en el que al niño le sea posible acceder. Pero esto no implica ni peor trabajo ni menor esfuerzo creativo ni, por supuesto, peor calidad. Más bien al contrario, los niños son un público perspicaz, intuitivo y exigente que demanda buena literatura y que no se conforma con cualquier cosa. No hay más que leer varias obras a un niño (o dejar que las lea si ya puede hacerlo) para comprobar que pronto surgirán diferentes gustos y preferencias en sus elecciones.

    En un momento en el que el mercado editorial infantil está tan saturado de contenidos, es de especial importancia elegir bien. Para ello, la única forma es informarnos y leer, leer lo que leen los niños. Fijarnos en criterios que consideremos de confianza puede ser una opción, pero lo mejor será, además, leer nosotros mismos lo que después vayan a leer los niños. Dejar que esa inocencia y capacidad de sorpresa que caracteriza sus vidas en ese momento nos invada y ver qué es lo que queremos ofrecerles. Después, nuestro trabajo es mostrar y ofrecer, nunca obligar. Pero esa ya es otra historia y la trataremos en su momento.