Enseñar aprendiendo

¿Es todo respetable cuando educamos?

Hace tiempo que quiero abrir este melón. Es uno de esos que nunca sabes cómo va a salir cuando lo partas, pero creo que merece la pena el salto. Así que ahí va la pregunta que encabeza este artículo: ¿es todo respetable cuando educamos? Es decir, ¿son respetables todas las formas de educación?

He sido educada en la tolerancia y el respeto hacia los demás, y me enorgullezco de ello. Creo que transmitir la importancia del respeto al otro es una de las cosas más importantes que podemos hacer como educadoras. Pero incluso esto tiene su cara B. Es esa que aparece cuando alguien elige educar de forma en la que no se respeta al otro.

Pensemos en un ejemplo. Estamos en la terraza de un bar tomando un café con los amigos cuando uno de nosotros cuenta lo bien que se lo pasó en la boda de su primo. Su primo resulta ser homosexual y se ha casado con otro hombre. No hay que remontarse tanto en el tiempo para imaginarnos que uno o varios de los compañeros de mesa se animasen a decir frases homófobas bajo el amparo de que estaban «expresando su opinión». Pero vayamos a un ejemplo aún más extremo: la misma persona no habla de la boda de su primo, sino que cuenta un suceso del día anterior en el que su prima ha ido a su casa con un golpe en el brazo porque su marido la había golpeado en una discusión doméstica. Es preciso echar la vista un poco más atrás, pero no queda tan lejos el momento temporal en el que las justificaciones de ese acto serían algo habitual, todo ello bajo la misma libertad de opinión. 

Si la actitud de esas personas que «dicen lo que piensan» te chirría, enhorabuena. Mis más sinceras felicitaciones. Y es que no todo cabe bajo el paraguas de «tienes que respetar mi opinión». Porque la homofobia no es respetable. Porque la violencia contra la mujer no es respetable. Porque no respetar no es respetable.

Los libros con teorías educativas abundan y están al alcance de todos. Los hay de gran calidad y también de esos que asustan cuando solo llevas un par de páginas. Los hay que dicen una cosa y también otros que te invitan a la contraria. En el tiempo que llevo dedicándome a la educación infantil he llegado a la conclusión de que hay casi tantas posibilidades pedagógicas como ganas de encontrarlas

La conclusión tras haberme informado y formado es obvia: educar es tremendamente complejo. Sé que no he dicho nada nuevo, nada que no se supiera ya, pero tengo que reconocer que esa sensación de incertidumbre que se instala en uno mismo cuanto más estudias y aprendes sobre un campo particular me desconcierta. Por suerte con el tiempo he aprendido que esas dudas son sinónimo de aprendizaje y competencia.

Cada familia y cada centro educativo puede y debe elegir cómo educar a los niños y, por supuesto, la forma que elijan y el trabajo que lleven a cabo es respetable. Las personas ajenas al círculo familiar y al núcleo educativo de un niño deberíamos no solo respetar, sino dejar de juzgar y apoyar su labor

Hay muchas opciones para cada situación y la gran mayoría de ellas son igualmente válidas. No obstante, hay límites. Los hay en todo en la vida y la educación infantil no es diferente. El ejemplo más claro que se me pasa por la cabeza cuando pienso en esos límites es la defensa del «cachete a tiempo». 

He dicho muchas veces, y no me canso de repetirlo, que a los niños se les trata en esta sociedad de una forma que jamás consentiríamos con nadie más que con ellos. El castigo corporal es un ejemplo manifiesto de ello. Cuando alguien le resta importancia delante de mí o incluso lo nombra como una forma aceptable de relacionarse con un niño, lo invito a pensar en cualquier otra situación en la que golpear a alguien le parecería algo aceptable. Por supuesto, nunca la encuentran. 

Hay otras situaciones en las que el abuso de la autoridad que los adultos tenemos frente a los niños es manifiesta. Lejos de lo que podríamos pensar, no es necesario irse a situaciones de maltrato o negligencia evidentes para verlas. Sin embargo, un ejemplo tan claro como este ilustra de la mejor forma posible lo que quiero decir. 

En nuestra sociedad actual los niños han sido excluidos tácitamente de la categoría de personas. Por eso creo tan importante resaltar el hecho de que no todo vale en la educación infantil. Cualquier forma educativa, cualquier sistema pedagógico, cualquier interacción debe pasar inexcusablemente por el respeto al niño como la persona completa que es.