Enseñar aprendiendo

¿Qué es una rabieta?

Tras un artículo en el que hablaba de las rabietas en los adultos, algunas personas me han preguntado qué es exactamente una rabieta. Porque es cierto que, a pesar de que en la infancia son muy comunes y que todos los que tratamos con niños las vemos y vivimos, no siempre sabemos qué está sucediendo realmente cuando se presenta una rabieta.

Así pues, ¿qué es una rabieta? Pues una rabieta no es otra cosa que la expresión de la frustración de un niño ante un deseo que no puede cumplir. Así de simple y así de complejo. 

Simple porque lo que suelen percibir los padres y cuidadores es que el pequeño está montando uno de sus “numeritos”. Uno de los muchos que suele montar. Complejo porque lo que sucede va mucho más allá de esa expresión de enfado y congoja. 

Alrededor de los dos años las rabietas alcanzan su máximo esplendor y suelen empezar a remitir cerca de los cuatro; todo ello por supuesto de forma aproximada. Hasta esos dieciocho o veinticuatro meses el niño era casi totalmente dependiente de sus cuidadores, pero con la llegada del habla y la capacidad de andar todo cambia. El niño empieza a ser independiente y  consciente de ser un individuo con personalidad propia y eso, que tan bien suele venirnos a quienes cuidamos de niños para algunas cosas, lleva aparejadas situaciones nada agradables. 

Las rabietas son normales. Esto es algo que deberíamos tener todos presente. Por poco que nos gusten esas escenas llenas de llantos y pataleos todo ello forma parte de su desarrollo. 

Entonces ¿no hacemos nada? Claro que sí. Lo primero y casi lo más importante es lo que estamos haciendo: comprender qué son y por qué se dan las rabietas.

La percepción que tengamos los adultos de lo que es una rabieta muy probablemente conformará la respuesta que daremos ante ellas. Si las vemos como un enfrentamiento, como una lucha con el niño, acabaremos en plena pelea con ellos y esto solo va a provocar que nuestra relación con ellos se vea afectada de forma muy negativa. Si por el contrario entendemos las rabietas como una etapa del desarrollo en la que el niño trata de reafirmarse pero no sabe muy bien cómo hacerlo, todo será diferente.

Porque los niños que se encuentran en esa etapa se están desarrollando, sí, pero aún carecen de herramientas para mostrar sus deseos o sentimientos de una forma adecuada. Todo eso les lleva a sentirse tan frustrados y superados por sus sentimientos que entran de lleno en una rabieta. 

Cuando esto sucede el niño que lo está viviendo lo pasa mal. Esto es otro punto muy importante a tener en cuenta. No se trata de un desafío y no quiere tomarnos el pelo. Está sufriendo y lo está demostrando. 

¿Y por qué esa forma de expresar lo que le pasa? El cerebro del niño, que como hemos dicho se encuentra en pleno desarrollo, no tiene totalmente desarrollada (los estudios dicen que el culmen de este desarrollo sucede pasada la veintena) la parte encargada del control de impulsos y la gestión del comportamiento. La parte racional de su cerebro está mucho menos desarrollada que la parte encargada de las emociones, que sí está, por decirlo de una forma sencilla, terminada de construir. 

La regulación de su comportamiento no le es posible. El niño es incapaz de controlar la rabieta porque su cerebro emocional (concretamente la amígdala) ha tomado el control. Se han desconectado las conexiones con la parte racional del cerebro. 

Tenemos claro entonces que las rabietas son una manifestación del desarrollo de los niños. Forman parte de una etapa que pasará, como todas, y lo que quedará de ella será cómo nos hayamos comportado sus adultos de referencia en esos momentos. Y de esto hablaremos en próximos artículos: ante una rabieta, ¿cómo deberíamos comportarnos?