Enseñar aprendiendo

Volver a la escuela en tiempos de coronavirus.

Con la desescalada en marcha en todo el país, la pregunta es evidente: ¿Cuándo volverán los niños y niñas al colegio? Y a esta, que parece la que más movimiento social había suscitado en un principio, se unen ahora muchas otras. ¿Deberían ser los niños de educación infantil los últimos en volver? ¿Es tan peligroso, en términos de contagio, que los niños se junten de nuevo en clase? ¿Qué medidas de seguridad se van a adoptar en los centros escolares? 

Respecto al cuándo, parece que no hay acuerdo. Unos dicen que en el nuevo curso todos los niños estarán escolarizados. Otros hablan de escolarizar primero a las edades más avanzadas y dejar a los niños pequeños para después, cuando la situación sanitaria lo permita; coletilla esta última que no deja de utilizarse y que merece el premio a la imprecisión.

Al ser la educación infantil una etapa de escolarización no obligatoria en nuestro país, pudiera parecer razonable que este grupo de edad, comprendido entre los 0 y los 6 años de edad, sea el último en regresar a las aulas. Sin embargo, esta edad presenta un claro problema logístico a la hora de conciliar el cuidado de los niños con la actividad laboral de sus padres. Sin medidas concretas que apoyen una conciliación real, para muchas familias el no escolarizar a sus hijos no es una opción. Menos cuando la única alternativa sería, en un gran número de casos, dejar a esos niños de edades tempranas con los abuelos, quienes se encuentran en los grupos de riesgo más elevado. 

Así las cosas, y entre todo lo que se está oyendo en las últimas semanas, parece que la alternativa que ha ido cobrando más fuerza es la de dividir las clases en dos y que los niños de cada uno de esos grupos acudan a clase en días alternos

La implantación de la medida choca de frente con la misma situación de incompatibilidad con horarios laborales y la enorme carencia de ayudas a la conciliación. Por otro lado, esta medida presenta otros problemas, pues supone que el grupo de niños que se quede en casa el día que le corresponda, realice las clases de forma virtual. 

A pesar de que existe la impresión generalizada de que internet está  tan extendido que todo el mundo posee algún tipo de acceso al mismo, la realidad es muy distinta. Hay muchas familias que no pueden costearse ya no solo el acceso a la red, sino los ordenadores y demás requisitos electrónicos que serían necesarios para llevar a cabo clases virtuales de un modo mínimamente competente. Los conocimientos para acceder y realizar las actividades tampoco están al alcance de todos. 

La escuela cumple muchas funciones. No es, al menos no únicamente, un transmisor de conocimientos o de lo que, de una forma demasiado sesgada, llamamos cultura general. La escuela es un centro de conocimiento y educación. Es un lugar, máxime en la primera infancia,  en el que compartir, en el que experimentar y reír, llorar y explorar el mundo. Un lugar en el que sentirse querido y cuidado. 

Además de todo eso, la escuela debe cumplir un papel igualador. El centro escolar debería poder ofrecer todo a todos. Es decir, no puede permitirse que desigualdades económicas o diferencias culturales familiares impidan el igual acceso de los niños a todo lo que se haga e imparta en el centro escolar. De ahí que la ya famosa idea de los días alternos no sea tan recomendable como parece.

Cómo tomar medidas de seguridad es entonces el problema. Bueno, pues invertir en educación no parece una mala idea. Es decir, ¿y si en vez de limitar y reducir el acceso a la escuela lo ampliamos? Porque si de hacer clases más pequeñas se tratase, hay muchos profesionales de la educación que en estos momentos están en paro y que estarían encantados de incorporarse a un puesto de trabajo. 

Ampliar horario, con el consiguiente aumento de educadores y maestros, también es una opción. En lugar de reducir el horario presencial, se podría aumentar el número de horas en las que el centro escolar está abierto y así poder minimizar el contacto entre personas.

Todas estas son opciones que merecen un riguroso y cuidadoso  estudio. No tienen por qué ser la solución al problema, pero desde luego plantean una visión diferente del problema: apuestan por la educación en lugar de reducirla

Si algo está claro, si algo deberíamos haber sacado de toda esta terrible situación sanitaria, es que los niños no deberían volver a la misma escuela. Los problemas logísticos no son los únicos que se nos presentan ahora que, poco a poco, se está tratando de volver a la normalidad. 

Esta crisis nos ha demostrado la enorme importancia que tienen capacidades como la empatía y la resiliencia. Nos ha demostrado que, cuando el consumo se detiene y nuestro ajetreado ritmo de vida se interrumpe, lo que nos queda, lo que importa, son las personas. Así que añadamos a lista de tareas para una nueva escuela el poner la educación emocional en el lugar que se merece.