Enseñar aprendiendo

¿Has sido bueno este año?

Hace unos días publicaba un artículo hablando sobre la conveniencia, o no, de revelar a nuestros hijos “la verdad” sobre los Reyes Magos y Papá Noel. Y si en el mismo llegaba a la conclusión de que no está bien trasladar a los niños nuestra cínica visión del mundo antes de que tengan la suya propia, menos aún lo está aprovecharnos de su inocencia para chantajearlos o meterles miedo. 

Los Reyes Magos te están viendo y como te portes mal no te traerán regalos este año; o Papá Noel te pondrá en su lista de niños malos si no me obedeces, son algunas de las afirmaciones que se utilizan con demasiada habitualidad para que los niños hagan lo que nosotros queremos. 

Habrá quien diga que toda la vida nos han educado así, como si eso fuera un argumento para algo. Es más, como si eso fuera el argumento para todo. Pero el caso es que una cosa es querer que los niños se porten bien, sea eso lo que sea, y otra muy distinta que no nos importe conseguirlo a través del chantaje. Si nuestro deseo, nuestra motivación es la de educarlos para que sean personas respetuosas y consideradas, digámoselo así. Expliquémosles lo que es el respeto, lo que es la generosidad, lo satisfactorio que puede llegar a ser convertirse en una buena persona. Y sobretodo, enseñémoselo con el ejemplo. Comentemos igualmente con ellos cuando consideremos que han tenido un comportamiento inadecuado. ¿Va a lograr esto que nos obedezcan de forma inmediata y sin rechistar? No. ¿Es esto lo que queremos? Espero que no. 

Los actos, los de todos, tienen consecuencias y los de los niños no son una excepción. Podremos, cuando lo consideremos oportuno, enseñarles algunas consecuencias de sus acciones. Todo ello claro teniendo en cuenta su corta edad, que su proceso madurativo está empezando y que su capacidad para percibir y gestionar situaciones es mucho menor que la nuestra. Pero tratemos de evitar caer en el chantaje y recurrir al miedo. Porque el mensaje que transmitimos no es el que deseamos. Queremos educar, no imponer. Y queremos que actúen correctamente en base a esa educación, no al miedo ni a la coacción.

Todo esto sin tener en cuenta que la mayoría de veces ni siquiera cumplimos lo que decimos. Por mucho que se les diga que no van a tener regalo de Reyes Magos, ¿cuántos son luego los que cumplen su amenaza? Es decir, que primero les amenazamos, pretendemos que nos obedezcan por miedo a quedarse sin regalos y luego, aunque no funcione, les hacemos los regalos igualmente. El mensaje es claro: yo no cumplo lo que digo y en realidad tu comportamiento no tiene consecuencias.

Después, para colmo, justificamos todo alabándonos a nosotros mismos, diciendo que es que en el fondo somos tan buenos que no podemos dejarlos sin regalos. Al final de la partida resulta que no hemos conseguido nada de lo que pretendíamos, y además les hemos transmitido todo lo contrario de lo que queríamos. 

Escoger el camino largo tiene sus aspectos negativos. No es un camino fácil y es normal que flaqueemos, lo raro sería no hacerlo. Además no es un camino seguro, no aporta garantías pero ¿qué las proporciona? Confiar en estar dando a los niños la mejor educación que podemos ofrecerles y hacer lo que esté en nuestra mano para lograrlo es todo lo que podemos hacer. Y es mucho.